Editorial
En este mes de marzo, el Ministerio de Sanidad ha presentado un estudio sobre necesidades de especialistas con previsiones para los próximos años, siendo las especialidades de Pediatría y Medicina Familiar y Comunitaria dos de las cinco con mayores problemas detectados en el conjunto del sistema sanitario.
La falta de pediatras y de una política clara sobre la atención a la salud infantil que queremos y podemos dar en nuestro país ha sido y sigue siendo uno de los temas más reiterados por las diversas Asociaciones de Pediatría de Atención Primaria, incluida la SPAPex.
Aunque en dicho informe se plantean estrategias a corto, medio y largo plazo, como: la necesidad de mejorar la información sobre Recursos Humanos del SNS, incrementar el número de plazas tanto para el acceso a la formación de grado como a la formación especializada, agilizar los trámites de homologación para especialistas procedentes de otros países y desarrollar la troncalidad; las previsiones de solución no son nada halagüeñas, especialmente para la Atención Primaria, que seguirá siendo la cenicienta del Sistema Sanitario si no se adoptan medidas que, realmente, la sitúen en el primer nivel de atención y, más aún para la pediatría, el “patito feo” de la Atención Primaria.
La falta de previsión de nuestras autoridades sanitarias de un rebrote en la natalidad por el mayor número de mujeres en edad fértil derivado de la época del “baby-boom”, así como el incremento de población infantil relacionado con la inmigración; y el hecho de no haber asimilado el modelo de atención pediátrica primaria implantado en nuestro país, junto a la edad media de los profesionales que impulsaron en su momento los servicios hospitalarios de pediatría, nos conducen a un callejón sin salida si no se toman urgentes medidas de planificación sanitaria y de salud dirigidas a la población infantil.
Y todo esto ocurre, en momentos en que las expectativas de atención a la salud en la población infantil y adolescente están cambiando y, claramente, la respuesta a estos cambios y necesidades emergentes están en el entorno comunitario y desde una acción interdisciplinar; donde las unidades de atención pediátrica en los Equipos de Atención Primaria (pediatras, enfermeras y trabajadores sociales) juegan un papel fundamental, por su proximidad y conocimiento de la historia de salud del niño, de la familia y de su entorno.
Nuestra Comunidad Autónoma va a ser pionera en llevar a cabo un registro de profesionales sanitarios, pero esto no asegura que estos vengan a trabajar a Extremadura.
Lo mismo ocurre con la Oferta de Empleo Público planteada recientemente, con nuevas plazas para pediatras en Atención primaria; pero también en Hospital; ¿de dónde saldrán estos pediatras?
La homologación del título de pediatras extranjeros puede ser una vía provisional a corto plazo; también, el aumento de plazas de pediatras en formación. Pero, ¿se quiere aumentar esta oferta en nuestra Comunidad?; y, además, ¿cómo se pueden fidelizar estos especialistas para que no emigren de nuestra región a las primeras de cambio?
La formación de especialistas en Pediatría, incluso se ha duplicado en los últimos 5 años en algunas regiones, como Cataluña, País Vasco y algo menos en Madrid, que tienen los mismos graves problemas de escasez de profesionales; pero en Extremadura se mantiene un número insignificante de 6 plazas ofertadas, que no cubrirán en los próximos años ni los déficits originados por las jubilaciones y las exenciones de guardias en los Hospitales de nuestra CCAA. Sin contar los que se marchan de nuestra región una vez finalizada su formación o, lo que parece más probable en el corto plazo, el pase a la medicina privada como salida para obviar los contratos “basura” en los hospitales o los turnos con horarios de tarde en Atención Primaria.
Hay otros muchos frentes abiertos para poder orientar con tranquilidad las estrategias de atención de salud infantil y adolescente en nuestra región: la presión asistencial y demanda de mayor uso de los servicios sanitarios, junto a políticas no bien planteadas de accesibilidad ilimitada y uso no racional de estos servicios sanitarios, que, además, son incompatibles con los límites de trabajo de los profesionales y las expectativas de conciliación en su vida familiar (los turnos de tarde hasta las 22 horas en pediatría no sólo han demostrado ser ineficaces para los objetivos que se planteaban sino que son contradictorios con los mensajes de educación para la salud y promoción del desarrollo del niño y de hábitos saludables que damos desde las consultas de pediatría y enfermería; lo que ha llevado a problemas muy graves en la Comunidad de Madrid, donde a la falta de pediatras se le suma la fuga de estos a la medicina privada).
También, los cupos masificados que sufren un porcentaje muy alto de pediatras, especialmente en las zonas urbanas (más del 50% en nuestra Comunidad, según el último informe SIAP de octubre del 2006, del Ministerio de Sanidad) y la dispersión geográfica en las zonas rurales tienen difícil respuesta ante esta escasez manifiesta de pediatras.
Fuente: Informe SIAP 2006. Sistema Nacional de Salud. Ministerio de Sanidad (datos de 2005)
Algunos Sistemas de Salud regionales, en concreto Cataluña, han dado el paso en estos días para relegar a los pediatras de Atención primaria a una figura intermedia, un filtro de dudosa necesidad entre el nivel primario y hospitalario; donde las actividades preventivas las realizaría enfermería y la asistencia los médicos de familia.
Un compañero nuestro, reitera en una lista de internet que esta situación de pediatra consultor, “encargándose de estudiar problemas crónicos en los niños” y “en consultas aparte” sería la solución ideal frente a lo que denomina “todo para el pediatra”, que resume en la frase “llenos de revisiones, mocos, cacas y tal;…”.
Evidentemente, no estoy de acuerdo con esta percepción; yo quiero “todo para el niño” y seguir siendo un pediatra de cabecera (o como ya lo he denominado en otras ocasiones para que se me entienda mejor, un pediatra de familia y comunitario), creo que el sistema sanitario público de atención primaria pediátrica que tenemos en nuestro país es bueno, y pienso que el pediatra consultor, simplemente, es un paso previo para la desaparición de la pediatría de AP.
No obstante, coincido con él en que éste es el quid de la cuestión.
El déficit de pediatras es en gran parte consecuencia de una planificación sanitaria deficiente pero, quizás en estos momentos, no debemos centrar tanto la discusión en si existen o no pediatras sino en cual es el modelo de atención a la salud infantil por el que queremos avanzar en nuestro país, qué necesidades y expectativas en salud tienen los niños y adolescentes en nuestra realidad social y cómo podemos atenderlas, y qué tareas deben y pueden realizarse desde la Pediatría en Atención Primaria; y en base a ellas, estructurar también el modelo de formación para los futuros pediatras de nuestro país.
En esta línea, muchos de nosotros estamos convencidos que hay opciones organizativas y estrategias transitorias a corto y medio plazo que permitirían seguir avanzando en el modelo de atención pediátrica que tenemos, incluso en momentos críticos como los que estamos viviendo. Además de las que se proponen desde el Ministerio de Sanidad, de aumentar el número de pediatras en formación y de pediatras procedentes de otros países, otras medidas que pueden trabajarse ya podrían ser:
- impulsar en los centros de salud el trabajo compartido, en equipo, definiendo objetivos comunes y propios del equipo y responsabilidades de los diferentes profesionales (en éste sentido, reforzar las unidades de atención pediátrica dentro de los equipos, con mayor participación de la enfermería y la incorporación del trabajador social);
- mayor flexibilidad en la organización de la demanda;
- aumentando la corresponsabilidad de los padres en el cuidado de sus hijos y de los ciudadanos en general en la utilización adecuada de los servicios;
- adecuando los cupos a las necesidades de la población y no a un número de tarjetas;
- promoviendo la incentivación y motivación profesional que favorezca la estabilidad laboral y la organización de la atención, sobre todo en el medio rural;
- discriminando positivamente las actividades de formación e investigación y, como no, de prevención y promoción de hábitos saludables desde la infancia;
- potenciando el papel de la atención primaria como coordinador de los recursos necesarios para responder a las necesidades de salud y regulador de flujos; etc.
Todas estas son actuaciones incluidas entre las estrategias de mejora para la Atención Primaria de Salud del Informe AP21, que constituyen una fuente de oportunidades en éste sentido, también para la Pediatría en Atención Primaria.
Sin embargo, la toma de decisiones frecuentemente se sigue realizando de forma precipitada y parcheando más que consolidando estructuras, como ha ocurrido en Cataluña recientemente; faltan políticas realistas de salud infantil y voluntad para creerse que la Atención Primaria puede ser el verdadero motor del Sistema Sanitario para dar respuesta a las expectativas de salud de los ciudadanos y para garantizar la continuidad asistencial.
Es verdad que la situación actual no permite utopías; Administración, familias y profesionales deben reflexionar sobre el camino a seguir. Pero no podemos permitirnos una marcha atrás en nuestro Sistema Sanitario Público ni en un derecho social tan relevante como es la salud de los niños y niñas.
Como afirman nuestros compañeros catalanes: “Sostenemos que los pediatras somos los profesionales mejor formados para realizar el seguimiento y atención integral de la salud del niño desde que nace hasta la adolescencia y que la proximidad y la relación continuada con el niño-familia han sido factores inseparables de garantía en la atención”.
Juan J. Morell Bernabé
Pediatra de Atención Primaria